Ya sea navegando hacia el sol, tal vez escondidos entre las pálidas rocas de una isla desconocida, o navegando lentamente entre calas atestadas, cualquier momento puede ser el adecuado para poner los vasos en la nevera y preparar los ingredientes para un buen cóctel.
Y quién sabe si, mientras exprimimos la lima, nos acordamos de Francis Scott Fitzgerald y su Gin Rickey en «El gran Gatsby» o en «Tierna es la noche» y decidimos, entonces, seguir su receta. Así, a la lima medio exprimida deberíamos añadirle sesenta mililitros de ginebra y diez mililitros de jarabe de azúcar, remover y añadir hielo, agua con gas y ralladura de lima.
Pero los recuerdos que nos pueden aflorar mientras preparamos un cóctel en un barco son muchos, y la oferta entre los cócteles «de autor» es realmente amplia. De hecho, muchos escritores eran bebedores habituales. Sus libros rebosan cócteles, vino y todo tipo de licores. El primero y más importante es Hamingway. En su «Across the River and Into the Trees», donde el coronel Cantwell pide en el bar Harry’s de Venecia un cóctel Mongomery: «Muy seco. Montgomery quince a uno». Si optáramos por prepararlo deberíamos verter dentro de un vaso mezclador, lleno de hielo, una gota de Vermouth. Removemos bien y añadimos quince partes de Ginebra. Vertemos la bebida (sin el hielo) en el vaso que habíamos mantenido frío.
Hablando de Martini cómo olvidar The Vesper Martini en «Casino Royal» donde Ian Flaming hace que James Bond pronuncie la famosa frase: «Agitado, no revuelto». La receta lleva: tres partes de Gordon, una parte de vodka y media parte de China Lillet.
Si, por el contrario, decidimos preparar un cóctel más veraniego, podemos recurrir a las novelas de Truman Capote como “Desayuno con diamantes” o “A sangre fría” donde aparece el Screwdriver tan querido por el autor. Unos ingredientes frescos y definitivamente alcohólicos: cinco centilitros de vodka y diez de zumo de naranja.
Si preferimos la ginebra al vodka, como Giosuè Carducci que incluso le dedicó el poema “Ginebra y enebros”, entonces podríamos seguir la receta de un excelente gimlet directamente del detective Philip Marlow en la novela de Raymond Chandler “El largo adiós”: “Un verdadero gimlet es mitad ginebra y mitad Rose’s Lime Juice (zumo de lima y azúcar, ed.). Nada más”.
Pero cuidado con que la ginebra sea buena y no como la Victory Gin que describe Orwell en su “1984”: “Era como ácido y, además, al tragarla tenías la sensación de que te golpeaban en la nuca” aunque, como señala más tarde el autor, el efecto final fuera sin embargo positivo: “… la sensación de ardor en el estómago remitió y el mundo empezó a parecerle más feliz.
Pero si el calor del verano y el vaivén de las olas ya nos han adormecido y obnubilado, podemos recurrir a Charles Dickens y a su adorado French 75: seis centilitros de Champagne, tres de ginebra, uno coma cinco de zumo de limón fresco y una cucharadita de azúcar. O simplemente coger la botella de champán, llenar una copa y subir a cubierta para contemplar cómo el sol desaparece suavemente en el mar, tal vez sonriendo al recordar la paradójica conversación entre Geraldine y Antony en “Hermosos y malditos”:
“Pero todos los días bebes algo y sólo tienes veinticinco años. ¿No tienes ninguna ambición? ¿No te preguntas cómo serás cuando tengas cuarenta?”.
“¡Francamente espero no vivir tanto!”